CARTA A LOS QUE OPINAN SOBRE COMO CRIAR A TU BEBE
Imagina que tu bebé nace a la vida y que comienzas a practicar un nuevo baile de dos en el que experimentas muchos sentimientos:
Puede que estés muy emocionada y feliz, aunque algo cansada, sensaciones mínimas frente a la felicidad que te embarga, sientas las “hormonas alborotadas” y llores sin razón o te abrumen sentimientos encontrados de amor y rechazo hacia tu bebé: por un lado deseas abrazarlo y no despegarte de él ni un minuto porque tu instinto y él te lo piden, o, por el contrario, experimentas sensaciones de lejanía, falta de conexión, vacío o separación.
Tal vez disfrutas de la lactancia desde el principio sin molestias y manejas una eventual congestión en tus pechos amamantando con frecuencia, descansando, dando el pecho serenamente. O, por el contrario, no quieres dar pecho del todo, solamente deseas hacerlo por un corto tiempo o sientes muchos tropiezos que dificultan la labor que se espera de ti como mamá. Incluso puede pasarte que no entiendes por qué esa personita te necesita permanentemente, al mismo tiempo que desconoces tu cuerpo que saca líquidos de leche, sudor y sangre y tal vez no te sientes dueña de ti.
Son tantas las situaciones que puedes llegar a vivir, que te preguntas si al estar inmensamente feliz aunque con dudas y necesidad de ayuda, vas a encontrar la información, el apoyo, el acompañamiento y el reconocimiento que tus sentimientos son legítimos, sean estos negativos o positivos. O, si por el contrario, vas a encontrar una retahíla de opiniones y consejos tal vez vayan opuestos a tus creencias, convicciones, emociones o del conocimiento que está encerrado en ti esperando salir.
Consideras que tu cuerpo perfectamente diseñado para albergar, cuidar y alimentar a tu bebé mientras crece dentro de ti, está también preparado para seguir albergándolo, cuidándolo y alimentándolo mientras crece fuera de ti. ¡Y lo sabes! Sin embargo necesitas tiempo, necesitas conectarte con tu interior, con tu intuición, con tu sabiduría.
Y pasa que continúas con aquel contacto que iniciaste cuando supiste de la dulce espera y que siguió cuando recibiste en tus brazos a esa personita que viene a complementar y engrandecer tu mundo. Lo haces con incondicional entrega a través de cuidados y del pecho generoso que le ofreces. Satisfaces su fuerte instinto de succión sin cálculos, medidas o cuantificaciones y ves que esa necesidad tan vital requiere de tu permanente disponibilidad, constancia amorosa y tiempo…
Te das cuenta que el calostro, fluido vital que al principio viene en poca cantidad, es suficiente para que tu bebé recién nacido reciba esas gotas de inmunidad y alimento con que tu cuerpo contaba y que si hubiera fluido a chorros desde el principio, posiblemente tendría más tropiezos para adaptarse al baile y a su estómago tan pequeño. Observas que poco a poco, a través de la succión y el tiempo, ese preciado líquido se va convirtiendo en leche madura que brindará no solo nutrición sino todo el afecto que necesita tu bebé. Y te das cuenta que tu leche irá creciendo en su caudal si no pones ningún tipo de interferencia ni relojes a la lactancia marcando los minutos en que supuestamente debe permanecer tu hijo al pecho, tanto de día como de noche; tanto despierto como dormido.
Entiendes que el cansancio posiblemente no se irá tan pronto porque tal vez seguido al parto se sumarán noches de despertares infantiles que respetan los ciclos y ritmos naturales de alguien que necesita con frecuencia de cercanía, calor y alimento y que estos ciclos son lejanos a los despertares nocturnos de un adulto pero que muy posiblemente a ti sí te funcionen para descansar mejor y pasar todo ese tiempo con tu bebé pegado a tu cuerpo sin que le importe al mundo.
Y continúas cuidando a alguien que te necesita mucho y que tú también necesitas; lo nutres con amor y con tu leche siguiendo los dictados de tu instinto, posiblemente con interferencia de pensamientos que rondan tu mente y tu corazón acerca de si lo estás haciendo bien o mal. Y finalmente sientes que lo estás haciendo bien…
Tus familiares y amigos respetan esa díada y contribuyen a que ese vínculo se manifieste en todas sus vertientes sin interferir cuando lo acunas y meces o cuando le cantas o mantienes ese contacto piel a piel. Tu cuerpo ya estableció la lactancia conforme a las necesidades tanto nutricionales como emocionales de tu bebé y empiezas a sentir confianza porque seguiste los dictados de tu intuición y pusiste en práctica la sabiduría con la que ya naciste y que se despierta para que ambos tomen de ella lo necesario para fluir: una sabiduría de dos y solo para dos.
Todos dan un paso atrás para no entorpecer tu camino de madre. Solo a pedido tuyo te acompañan, hacen mandados o se reparten la elaboración y transporte de alimentos nutritivos. Otros te ayudan a limpiar y ordenar un poco la casa y acompañan o atienden a otros niños si los tienes y participan sin más preguntas de lo que pueden hacer por ti para que te sientas bien. Nadie interfiere con abusivos comentarios basados en su experiencia previa de crianza o lactancia, en cómo se desempeñaron sus propios cuidadores o cómo debería criarse a un bebé.
Menos te dicen que “no lo beses para no pasarle microbios”, que “no sale leche” tras el parto o que “quiere estar pegado a ti todo el tiempo porque no tienes lo suficiente para alimentarlo”, tampoco que debes complementarlo con sustitutos del alimento que bien produces o “que vigiles su peso porque es probable que si te pide tanto se debe a que eres mala lechera”, cuando sabes que es precisamente ese contacto el que hace fluir caudales de alimento en tu cuerpo. Estás segura que entre más le des a tu bebé y sin muchos intervalos programados de tiempo, él se alimentará mejor y su peso corresponderá al de un bebé sano; y que si llora no es porque esté mal alimentado sino que es su manera de expresarse y necesita también contacto, calor, disponibilidad, acercamiento, acompañamiento, sensación de bienestar, MAMÁ…
Nadie te dice que te separes de tu bebé y que lo tienes demasiado tiempo alzado en brazos, cuando tú bien sabes que ese contacto lo nutre tanto como tu leche. No te sugieren horarios en su alimentación para que se regule y tu “puedas dormir”, cuando sabes que medir el tiempo que tu bebé pasa al pecho perjudica la producción de leche materna y que es óptimo ofrecérsela cada vez que lo pida y durante el tiempo que quiera en una correcta posición y agarre al pecho.
Tampoco sugerirán investigar la historia familiar de lactancia porque “eso de ser mala lechera es hereditario”, cuando sabes que cada mamá experimenta una vivencia única. No te dicen que debes levantarte, que es el colmo que estés encerrada días y noches dando el pecho y atendiendo a tu bebé, que te ocupes de cosas personales y que se va a malcriar por estar todo el tiempo a tu lado, porque tú sabes que en estos momentos te necesita más que nunca. … y tú a él.
No te dirán “¿cómo dejas que se quede dormido en el pecho?", ya que para ti es la manera más eficaz y cariñosa de hacerlo y porque en ese momento de su ciclo vital parece que le encanta, le sirve dormirse así y lo hace además plácidamente. Menos aconsejarán que si se despierta con el menor movimiento tuyo o llora cuando te alejas sea porque es un malcriado, cuando sabes que si lo hace es porque te necesita. Tampoco dirán que "tapes tus oídos para que no escuches", que "llore hasta el cansancio" y que "se acostumbre a dormir por sí mismo sin que tengas que acudir a atenderle" o que "implementes rutinas en las que progresivamente te vas alejando hasta que complete ciertas horas seguidas de sueño", cuando conoces que los pequeños tienen al dormir ritmos diferentes de los adultos y constantemente se despiertan necesitando la cercanía de su cuidador.
No se les ocurrirá aconsejarte a medida que vaya creciendo, que “ya es hora” de acortar las tomas de leche materna o incluso de destetarlo porque "tu leche ya no lo alimenta" y "es pura agua", cuando sabes que a pesar del tiempo sigues pasándole defensas, nutrición, cariño, seguridad, confianza. Ni dirán que dejes de correr a su lado cuando llora o pide el pecho por consuelo o cuando se lastimó o se entristeció por algo, o porque simplemente en ese momento quería mamá. Mucho menos dirán que "ya está muy grandecito para estar en brazos", así ya no quepa en tus piernas.
Todo te lo dirán tu sabiduría, tu instinto, tu corazón, tu intuición y, eventualmente; lo que creas que no sepas te lo pueden decir personas que hayan vivido una feliz experiencia de crianza, independientemente de si han amamantado o no. O te lo pueden decir personas que además saben cómo ayudarte a superar algunos impases como grietas, fisuras, congestión mamaria y demás. Personas que te acompañen sin juzgarte y que no tomen posición sobre tus decisiones de crianza. Personas cuya presencia te beneficie y acompañe.
Imagina que pasó el tiempo y recuerdas cuando tu bebé nació a la vida, cuando comenzaste a practicar aquel nuevo baile de dos en el que experimentaste situaciones diversas. Reconoces que esa manera de nutrir con cercanía, tiempo y acompañamiento a tu bebé es milenaria y que para las primeras personas del mundo, y aún hoy en día para muchos, no existía ni existe mejor manera de proteger a los bebés. Entiendes porqué la mamá, el papá y el grupo social los podían llevar cargados con el pecho de su madre a disposición y atender sus necesidades sin el temor de que se convirtieran en seres manipuladores o tiranos, disponiendo para ellos del tiempo que hoy en día parece ceder a necesidades personales que bien se podrían satisfacer después. Tiempo que parece interminable pero que con el correr de los años te diste cuenta que pasó como un pestañeo, tiempo que descubres se convirtió en horas de amor.
Y observas que esa sabiduría es y fue tan grande que te permitió dar rienda suelta a los dictados de tu corazón y que sabías que era lo mejor, porque era tu bebé y tú su mamá. Y miras hacia atrás y ves que seguiste y recorriste ese camino que al principio tal vez te pareció fácil o, por el contrario, tomó esfuerzo o no podías explorar porque tenías dolor, inseguridad, fatiga, sentimientos encontrados y sensaciones que no habías conocido antes. Y que lo hiciste sola, o a lo mejor con la ayuda de acompañantes respetuosos. Viste que lo caminaste mejor, con un paso seguro y firme, porque sabías que tenías el conocimiento y lo dejaste fluir... te respetaron para hacerlo.
Si tenías pareja, ella participó también en la danza siendo entonces tres. Te acompañó o incluso te reemplazó en algunos cuidados como bañarlo, cambiarlo o cargarlo en sus brazos y muy posiblemente también cuidó de ti, protegiéndote, ofreciéndote algo que te gustara o necesitaras o simplemente preguntándote cómo estabas y qué podía hacer por ti. Y más adelante sentiste la tranquilidad y la confianza de que si empezabas nuevos bailes en los que ya no serían tres sino cuatro, cinco o más, los miembros de esa nueva familia estarían rodeados de seguridad, apoyo y tranquilidad.
Ahora sabes que ese pequeño caudal inicial de gotas de energía nutritiva, que aumentaron su volumen para convertirse en leche madura, fue un alimento importante para tu bebé al que tuvo acceso sin límites y tomó todo lo que necesitó de manera cómoda y confortable. Tu pequeño se alimentó de manera natural de ti, de tus sentimientos, de tus emociones, te tu contacto y apego, en fin, se nutrió de tu vida entera y fue además ¡un bebé sano!
Ahora entiendes que la naturaleza le proporcionó las herramientas para protegerlo y que si lo tuviste cerca, muy probablemente se convirtió ya en una niña o niño seguro, independiente, nutrido y sano que dará paso a una mujer u hombre que mañana se permitirá y podrá permitir esa misma cercanía tan vital, valiosa y necesaria a sus propios hijos para que, a su vez, sigan un camino similar.
Hoy sabes que una madre es sabia así esté comenzando esa danza y que si te pide la acompañes en un tiempo tan importante para ella, lo harás respetuosamente sin opiniones ni consejos, sin más que con tu disposición de ayuda porque está empezando a recorrer ese camino con su propia y única sabiduría, diferente a la tuya que, desde luego, ¡tu ya recorriste!
Por: Valeria Calderón, mamá, abogada con énfasis en derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva, y educadora certificada.
Para todas las mamás que a veces se sienten abrumadas y quieren que los demás las dejen experimentar su sabiduría interior.
Por: Valeria Calderón, mamá, abogada con énfasis en derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva, y educadora certificada.
Para todas las mamás que a veces se sienten abrumadas y quieren que los demás las dejen experimentar su sabiduría interior.
Comentarios
Lo comparto!
Gracias!
besos,
esther
GRACIAS.
Esther
Ojalá fuese siempre así, sin consejos, sin intentar hacerte sentir culpable o dudar de tí misma.
Saludos!
Gracias!
Angela Sanabria