Abuelos

Los abuelos se convierten en un tesoro valioso cuando llegan los niños que serán vida de sus vidas. En los abuelos se encuentran el pasado, el presente y el futuro; en las nuevas familias se encuentran el amor y los valores que sus padres, hoy abuelos, les transmitieron.

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Abuelo Angel con su nieto David 

Me alegra y valoro mucho que mis hijos tengan abuelos. De niña solo tuve abuelos paternos y un cambio de país nos separó. Disfruté enormemente la última visita a mi abuela cuando esperaba a mi tercer hijo, compartimos una tarde de piano que nunca olvidaré, así como no se me olvidarán el olor a jazmín de su lindo jardín o el olor de las rosquitas de ajonjolí que nos hizo con cariño ese día. Con ella siempre fue compartir valiosos minutos de enseñanza, de alegría, de nostalgia por los tiempos no vividos. 
Ya no está. Hoy, cuando veo las sonrisas, las miradas y los juegos que intercambian mis hijos con sus abuelos, me gustaría detener el tiempo y que se prolonguen para toda la vida.


El abuelazgo bien llevado contribuye a fortalecer los lazos de afecto, de unión familiar y constituye un apoyo importante sostenido en un inmenso amor y en la experiencia y sabiduría que nos obsequia un abuelo con sus palabras, con sus acciones. Un consejo pedido a nuestros padres como abuelos, es un consejo incondicional que seguramente se basa en el respeto al papel principal que tenemos con respecto a la crianza de nuestros hijos y que está lleno de legítimo amor y sin ningún interés.


Los abuelos son vida de la vida; una influencia positiva y una manera de aprender de dónde venimos, una forma de entender algunos aspectos de nosotros mismos. 
Los abuelos nos dan seguridad tanto a hijos y a nietos, nos dan armonía y calidez, acompañamiento sin opiniones, sin juzgamientos; nos dan seguridad, generosidad. 


Cuando nos convertimos en madres o padres, quién mejor que nuestra propia madre, que nuestro padre y los padres de nuestra pareja (si tenemos pareja) para cuidarnos, darnos afecto, protegernos, escucharnos, motivarnos; para estar presentes cuando necesitamos de su presencia y para que opinen (eso sí, cuando necesitamos que opinen). 

Cuando ellos se convierten en abuelos, quién mejor que ellos para que compartan su corazón con nuestros hijos, los besen, los alcen, los acaricien, jueguen con ellos, los mimen y los amen, con un amor probablemente tan grande como el que tuvieron cuando se convirtieron en nuestros padres. 
Ellos también jugaban con muñecas y carritos, y en sus memorias están las imágenes de entonces que resurgen al escuchar las voces de sus nietos y observar sus sonoras carcajadas llenándolos de un tesoro de felicidad cuando los pequeños los abrazan y les dicen cuánto los quieren. 


Los abuelos son un sostén para nosotros y para nuestros pequeños. Disfrutemos verlos gozar con nuestros hijos, disfrutemos ver a nuestros hijos divertirse con ellos. 

Ojalá que tengan abuelos muchos años y les puedan repetir una y otra vez: “abuelo, cuéntame otro cuento”. 

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