Portabebés, adopción y vínculo
¿Qué es la adopción? La adopción es un sistema jurídico creado para proteger a los niños, que busca el establecimiento de una relación paterno-filial con vínculos como los que se generan con la procreación, con un hijo que es ajeno.
Una relación jurídica y afectiva
La relación que se espera crear no sólo es jurídica, también es afectiva. Y se espera que sea sólida. Es un proceso que requiere adaptación, porque hay una historia previa a la decisión de adoptar a un niño, y porque ha habido vivencias previas por parte del menor antes de ser adoptado. Y estas historias serán determinantes en su continuación de la vida, ahora con una familia. La respuesta a las necesidades psicológicas y físicas del menor serán otras. Y las vivencias de quien asume el papel de padre o madre, serán otras también.
Factores determinantes
En un proceso de adopción influyen muchos factores. Algunos de ellos son la edad del menor, el lugar de donde proviene, el tipo de familia de la cual formará parte y las experiencias previas a la entrega en adopción, entre otros. Siendo una etapa sensible, si los cuidados se brindan con dedicación y respeto, además de incorporarse en ellos el tiempo, el entendimiento y la comprensión, probablemente el vínculo será más seguro y las relaciones de apego, muy probablemente sean distintas a las eventualmente negativas vividas por el niño con anterioridad. Pero es muy posible que haya tropiezos en el camino de su establecimiento si el comienzo de aquella historia de vida no estuvo relacionado con la proximidad, con la confianza y con la protección.
Tropiezos
Y no sería extraño esperar reacciones negativas. Tampoco sería extraño que el vínculo afectivo no se de tan pronto y que por el contrario, circule un ambiente de desapego, de inseguridad y de miedo a comprometer sentimientos en una relación que podría ser sentida por el pequeño como pasajera. Y que además requiera tiempo, seguridad, amor. Un proceso sanador, una nueva familia.
Por parte de quienes adoptan, puede haber culpa, tiempo invertido que no se ve resuelto, procesos eventualmente deshumanizados y largas esperas dependiendo del lugar, falta de preparación previa o cansancio, factores estos que podrían alterar esa conformación familiar. Incluso podría ocurrir que se dedica más energía al proceso de adopción en sí que al menor que se va a adoptar.
Y luego de la bienvenida a la vida nueva como familia, pueden aparecer miedos y preocupaciones por lo que se viene, expectativas de lo que se imaginaba y se encontró; y un proceso de adaptación. Factores todos a los que hay que hacerle frente con confianza, tiempo, proximidad, respeto y acercamiento pausado, para que afloren los comportamientos propios de la crianza que desarrollan una madre o un padre y un hijo. Hasta que ocurre la integración.
Herramientas
Y existen herramientas para que este proceso de integración y vínculo afectivo se de y se permita un clima de apego. Porque es tan necesario expresar amor a los pequeños como cuidarlos; y el amor se puede expresar a través de la proximidad física y la interacción, el tacto, la mirada y los demás sentidos.
En el mejor de los casos, a través del afecto así expresado, un pequeño adoptado empieza a beneficiarse de los brazos y abrazos de sus cuidadores primarios (si está listo para recibirlos), así ellos no lo hayan concebido; y a disfrutar satisfaciendo su necesidad de cercanía. Por su parte, ellos pueden acostumbrarse a un nuevo niño en casa que empieza a revelar necesidades o regresiones que tal vez no pudieron descubrirse de manera temprana.
Un bebé adoptivo necesita conocer a sus nueva familia a través de la interacción, el afecto, la inmediación, el tiempo y la constancia. Y su nueva familia también. El hacerle sentir que sus necesidades serán respondidas, muy probablemente le otorgará confianza y seguridad, y lo ayudará a armar esos lazos que se van desarrollando mientras se construye una relación. También el respetar sus tiempos porque puede tomar su tiempo crear vínculos.
Respuestas
No todos los niños adoptados son iguales y sus respuestas pueden variar, siendo posible que un pequeño que no está acostumbrado al contacto sienta resistencia a la proximidad física. Por ejemplo si ha tenido un inicio de su vida dificultoso, experiencias fuera del control, es el primer momento en que conoce a quienes lo adoptan o llegó a casa tiempo después de su nacimiento. Al fin y al cabo se trata de una personita que nunca había estado cerca de sus nuevos padres y se encuentra con un mundo diferente.
El porteo, un medio
El uso de portabebés puede convertirse en una herramienta muy útil en procesos y relaciones de adopción, porque la cercanía que promueven permite crear vínculos que redunden en su relación posterior, así como favorecer el que aflore el instinto materno y paterno. Sin embargo, puede ocurrir que el porteo no haga bien y que se necesiten otras alternativas o mecanismos graduales que faciliten la proximidad.
Llevarlo a un bebé en portabebés puede ser práctico, conveniente y maravilloso, y además facilitar que el amor crezca y sirva para darle la confianza de que puede sentirse querido, seguro y cuidado. Incluso si sirve como vehículo para permitir que la aproximación física se de más favorablemente, así tome su tiempo, por ejemplo empezando con nudos sueltos que le permitan movimiento.
Si eres una mamá o un papá adoptivo, puede ser que tus caricias y tus palabras de amor mientras lo llevas en brazos, permanezcan muy cerca del pequeño y le traigan tranquilidad. Aunque puede ser que el pequeño no esté listo. Ni tu tampoco. Si lo intentas sin forzar y funciona, a lo mejor pronto aprenderá que estás y estarás allí, que eres su padre o madre y con el tiempo seguramente reforzarán el vínculo que los convirtió en familia. Si lo intentas y no funciona, también es legítimo y válido sentir rechazo.
Si estás en proceso de adoptar un bebé, o si te acabas de convertir en una madre o padre adoptivo, tenerlo tan cerca de tu corazón como te sea posible (así esa cercanía no sea física), probablemente ayude a la conexión. Y le ayude al menor.
“Tan pronto como David llegó a casa, yo sentía una necesidad muy grande de llevarlo en brazos. Nunca había utilizado un cargador de bebé y David bordeaba el año y medio cuando llegó. No era usual para mí cargar su peso y David se mostraba reticente. Nos tomó unos días lograr el contacto. Empecé a escuchar sus señales y a darle la confianza de que me tenía allí para él y que iba a responder a sus necesidades en todo momento. El contacto visual, el estar cerca todo el tiempo, el hablarle con amor, el tomarle sus manitos al principio y luego intentar alzarlo poco a poco, logró que se sintiera a gusto conmigo. Yo empecé a acostumbrarme a llevarlo y pronto, nuestros cortos paseos fueron más largos. Juntos disfrutamos de la proximidad que nos brinda el portabebé, con hermosas caminatas que se han vuelto rutina en nuestro día a día”. Andrea.
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