Tantas reglas para visitar a un bebé
En tiempos de novedad como el nacimiento de un bebé, muchos quieren salir corriendo a conocerlo. Como hay de por medio recuperación, ajustes y hormonas bailando, sumadas a la imperiosa satisfacción de las necesidades de contacto y cuidado del nuevo personaje, no es posible determinar si los susodichos serán bienvenidos.
Algunos son muy bien recibidos, otros se enfrentan a reglas, restricciones o frenos a tal entusiasmo. Están los cautelosos, los que esperan instrucciones, los ofendidizos y los imprudentes que se plantan en el marco de la puerta al minuto del parto y con cámara en mano, esperando conocer al bebé y conversar con quien lo trajo al mundo, quien posiblemente esté sin dormir, con síntomas físicos y con sentimientos.
Al no saber qué esperar, porque todo depende de la persona que ha traído vida, de sus condiciones físicas y emocionales, así como del estado del bebé y del entorno cultural y familiar que rodea el nacimiento, podemos encontrarnos con varios panoramas. Y es ahí cuando las "diez reglas para visitar a un bebé" podrían ser o no sensatas.
Al hacer presencia, siempre es bienvenido el silencio, las intervenciones mínimas y los tonos bajos sin distracciones. Valentina me cuenta que todavía recuerda con horror hace diez años, cuando la noche del parto sus allegados prendieron el televisor de la habitación del hospital a todo volumen, con la final de un partido de fútbol.
Cuando las preguntas son innecesarias
Si bien es relativo lo que se considera como buenas prácticas de los visitantes de bebés, hay situaciones que se caen de su peso y que si no las tomamos en cuenta pueden generar consecuencias a nivel de salud si son permitidas. La cuñada de Esmeralda llegó con un tarro de fórmula porque veía que el bebé pedía mucho pecho. Cuenta que ella, recién estrenada en las lides de la crianza, sentía su solo pecho era suficiente. Hoy agradece no haberse sentido tan vulnerable como para sucumbir, pero que otra mamá, con información poco acertada, podría ceder su lactancia sin necesidad.
También es una realidad el serio impacto que causan los gérmenes, virus y bacterias. Hay quienes aceptan visitantes, pero con vacunas puestas, con desinfectante en mano y tapabocas en cara o luego de un tiempo. Si los bebés son muy proclives a estos organismos, ¿porqué no acatar o quejarse por esta solicitud? Lavarse las manos antes de tomar al bebé, no hacer visitas si se está enfermo y aceptar las exigencias de tener ciertas vacunas antes de aparecerse, o aparecerse luego de que el bebé esté con más defensas, es absolutamente comprensible.
Siguiendo con el sentido común, también hay situaciones que pueden generar molestias. Como la de José, que sentía que su bebé quedaba impregnado en las visitas de todos los perfumes de las personas que cargaban a su bebé. Más, si era el final del día y estaban trajeados. Sentía el revuelto de olores de la crema corporal de la tía Claudia y de la fragancia del abuelo Peter, que usa la misma marca desde
sus años mozos y no sabía cómo decirles.
Ponerse en los zapatos
Con frecuencia algunas madres me cuentan de su temor de recibir caras largas, de ofender a alguien por imponer alguna regla. Escucho aquellos comentarios tipo: "yo les dije que no podían venir hasta los dos meses del bebé si no tenían la vacuna de la tos ferina, se ofenda quien se ofenda"; "mi mamá me trajo mi plato favorito, me lo quería comer yo sola y vino mi tía y había que atenderla".
Aquellas reglas
Lo que se vea en una casa postparto puede parecer extraño. En todo caso, no es el momento para manifestar que las reglas, si las hay, son raras o innecesarias. A lo mejor todos se rían en el futuro, pero en este momento aquello del desinfectante, el tapabocas y hasta el cambiarse de ropa y quitarse los zapatos sea lo que es: legítimo.
Respetar esas reglas y dar la confianza de que están siendo acatadas, otorga menos carga de estrés a quienes están cumpliendo una importante tarea en un momento vulnerable. Al fin y al cabo están cuidando, están aprendiendo y tienen todo el derecho a proteger su nuevo espacio. Si no las hay, pues bueno, nuestro amigo el sentido común será un buen aliado.
Al no saber qué esperar, porque todo depende de la persona que ha traído vida, de sus condiciones físicas y emocionales, así como del estado del bebé y del entorno cultural y familiar que rodea el nacimiento, podemos encontrarnos con varios panoramas. Y es ahí cuando las "diez reglas para visitar a un bebé" podrían ser o no sensatas.
Encontramos a la madre que da a luz y espera complaciente y agradecida, incluso el mismo día del parto, a su círculo más cercano de familiares y amigos. La hace feliz y se siente acompañada. Es lo mejor que le podría pasar.
También encontramos al desfile de personas que le conversan, la distraen y celebran el nacimiento a la par que charlan entre sí y comen. Como lo cuenta complacida Verónica, que alquiló un espacio adicional en la clínica con una puerta divisoria, en el que ofrecía, como es usual en su país, una recepción con presentes para los visitantes, deliciosos postres y hasta una máquina de helados, mientras aquellos iban pasando al otro espacio más privado para saludarla y conocer al nuevo retoño. No asistir con semejante disposición con regalos, alimentos y una decoración exquisita, era por ella interpretada como: "¿puedes creer que Fulanito no vino a conocer a mi bebé?".
Foto del recibimiento del bebé de Verónica en la clínica
También es frecuente ver el lado contrario. Hay quienes no quieren ver ni a su propia madre, ni en el momento seguido al parto, ni por algún tiempo hasta que lo consideran adecuado. Y lo dicen.
Aunque a veces no lo dicen, como Clara, que ante la presión no se atrevía a manifestar que no era un buen tiempo para visitas, y se le ocurrió salir a atenderlas en pijama y gorro en la cabeza a la mejor usanza de las abuelas en la "dieta" o cuarentena (que a propósito cuidaba muy bien), y caer (o hacerse) la dormida en el sofá en la mitad de la charla. Nadie duraba más de diez minutos.
Tantas reglas para visitar a un bebé
Tantas reglas para visitar a un bebé
Como vemos, los comportamientos frente a las visitas son tan relativos, que son legítimas cualquier reacción y regla. Así sean consideradas por otros como disparatadas. Si las hay. Porque a veces no hay restricciones. Al fin y al cabo se trata de un ajuste, pocas horas de sueño, la necesidad de reforzar un vínculo y el adaptarse. Al fin y al cabo hay emociones que van desde abrumación y angustia, hasta felicidad y euforia, pudiendo existir la necesidad de que alguien visite, escuche, atienda, considere y contenga, o simplemente la de que se respeten los momentos de soledad.
En caso de existir reglas, la carga de las posibles reacciones negativas de esos potenciales visitantes la suelen asumir las nuevas familias, aunque a algunos no les importa. ¡Cómo será con los que sí!, como si no tuvieran ya suficiente con los altibajos emocionales que trae la llegada de un bebé.
El sentido común
No obstante, como no todos quieren imponer normas o se inhiben por evitar malas caras o comentarios, siempre hay un recurso para quienes quieren festejar la alegría. Aunque también relativo, es útil. El sentido común.
Veamos algunos ejemplos de sentido común:
- Ir o no ir
Muchos consideran, si no son informados directamente que no deben ni asomarse durante los primeros días del bebé, que no deben aparecerse. Y no lo hacen. Algunos preguntan cuándo ir si no fueron invitados. El motivo es que a lo mejor no reciban una buena cara si la visita no es esperada o tal vez les hagan "carita feliz" sin atreverse a decir que contribuimos con su peor momento del día. Como le pasó a Diana, que llegó su tía con las amigas y Pedro era el objeto de exhibición que además iba de mano en mano, cuando hasta en los mismos museos donde si se va con amigos pero no se toca.
Las nuevas familias que dicen no a las visitas, no tienen que ser rudas; basta aprovechar los mensajes de felicitación que reciben y decir que todos están bien, muy felices y que avisarán en cuanto estén listos para recibir gente. Otros dicen que el pediatra recomendó cero visitas porque hay un pico alto de enfermedades respiratorias.
- Los tiempos y el silencio
Al hacer presencia, siempre es bienvenido el silencio, las intervenciones mínimas y los tonos bajos sin distracciones. Valentina me cuenta que todavía recuerda con horror hace diez años, cuando la noche del parto sus allegados prendieron el televisor de la habitación del hospital a todo volumen, con la final de un partido de fútbol.
- Preguntar, preguntar y preguntar
- Los regalos
Aún cuando suelen ser muy bienvenidos, no tienen que consistir necesariamente en la ropa talla tres a seis meses, que se apila en una montaña de futuros cambios. Y hablando de preguntar, Beatriz cuenta que el hermanito de Fran recibió un juguete y tiempo para jugar con él. Muy sabia Beatriz cuando le preguntaron, porque los hermanos comparten el amor con alguien nuevo y seguramente les divertirá que otro les juegue (si se los saben ganar eso sí) y que les pongan toda la atención.
Diana, recién mudada a otra ciudad, me contó que sueña con que sus amigos le llenen su nevera durante varios días cuando tenga a su bebé, porque no tiene familia ni ayuda.
A lo mejor esto no nos lo va a contestar una madre, pero algo lindo para la persona de las hormonas en picada, que además cedió el protagonismo al nuevo integrante, seguramente será muy bienvenido. Yo misma recuerdo que cuando nació mi primera hija, mi padre me trajo un "Pecan pie" con helado de mi restaurante favorito. Todavía siento el sabor cuando evoco ese momento.
Diana, recién mudada a otra ciudad, me contó que sueña con que sus amigos le llenen su nevera durante varios días cuando tenga a su bebé, porque no tiene familia ni ayuda.
A lo mejor esto no nos lo va a contestar una madre, pero algo lindo para la persona de las hormonas en picada, que además cedió el protagonismo al nuevo integrante, seguramente será muy bienvenido. Yo misma recuerdo que cuando nació mi primera hija, mi padre me trajo un "Pecan pie" con helado de mi restaurante favorito. Todavía siento el sabor cuando evoco ese momento.
- Cargar al bebé
Somos una especie cargadora. Y es seriamente dificultoso resistirse al encanto de tomar en brazos a cualquier bebé. Hay quienes no les importa que carguen a sus bebés; hay quienes reaccionan según el personaje que ofrece sus brazos. Y hay quienes no se dejan tocar la barriga sin permiso durante el embarazo, ¡imagina si les tocan a sus bebés!
Suele ser una conducta natural el querer establecer un vínculo en el bebé sin extraños interfiriendo. Y hasta aquellos cercanos podrían considerarse como forasteros y generar angustia y ansiedad si no está presente el deseo de que alguien cargue al bebé. Llegar directamente a sacarlo de las manos puede ser tomado como agresivo; esperar una iniciativa suele ser más amable y hasta puede tomarse como algo liberador para un corto tiempo de privacidad o descanso. O por lo menos preguntar si esos brazos deseosos pueden tomar al bebé o si ya es el momento de devolver al pequeño.
Suele ser una conducta natural el querer establecer un vínculo en el bebé sin extraños interfiriendo. Y hasta aquellos cercanos podrían considerarse como forasteros y generar angustia y ansiedad si no está presente el deseo de que alguien cargue al bebé. Llegar directamente a sacarlo de las manos puede ser tomado como agresivo; esperar una iniciativa suele ser más amable y hasta puede tomarse como algo liberador para un corto tiempo de privacidad o descanso. O por lo menos preguntar si esos brazos deseosos pueden tomar al bebé o si ya es el momento de devolver al pequeño.
Si bien es relativo lo que se considera como buenas prácticas de los visitantes de bebés, hay situaciones que se caen de su peso y que si no las tomamos en cuenta pueden generar consecuencias a nivel de salud si son permitidas. La cuñada de Esmeralda llegó con un tarro de fórmula porque veía que el bebé pedía mucho pecho. Cuenta que ella, recién estrenada en las lides de la crianza, sentía su solo pecho era suficiente. Hoy agradece no haberse sentido tan vulnerable como para sucumbir, pero que otra mamá, con información poco acertada, podría ceder su lactancia sin necesidad.
También es una realidad el serio impacto que causan los gérmenes, virus y bacterias. Hay quienes aceptan visitantes, pero con vacunas puestas, con desinfectante en mano y tapabocas en cara o luego de un tiempo. Si los bebés son muy proclives a estos organismos, ¿porqué no acatar o quejarse por esta solicitud? Lavarse las manos antes de tomar al bebé, no hacer visitas si se está enfermo y aceptar las exigencias de tener ciertas vacunas antes de aparecerse, o aparecerse luego de que el bebé esté con más defensas, es absolutamente comprensible.
Campaña de la Fundación Salomé Salva una Vida para que los que visitan a bebés recién nacidos se pongan vacunas como la de la tos ferina
Siguiendo con el sentido común, también hay situaciones que pueden generar molestias. Como la de José, que sentía que su bebé quedaba impregnado en las visitas de todos los perfumes de las personas que cargaban a su bebé. Más, si era el final del día y estaban trajeados. Sentía el revuelto de olores de la crema corporal de la tía Claudia y de la fragancia del abuelo Peter, que usa la misma marca desde
sus años mozos y no sabía cómo decirles.
Ponerse en los zapatos
Con frecuencia algunas madres me cuentan de su temor de recibir caras largas, de ofender a alguien por imponer alguna regla. Escucho aquellos comentarios tipo: "yo les dije que no podían venir hasta los dos meses del bebé si no tenían la vacuna de la tos ferina, se ofenda quien se ofenda"; "mi mamá me trajo mi plato favorito, me lo quería comer yo sola y vino mi tía y había que atenderla".
Es una tristeza que además de toda la energía que demanda esta nueva etapa de la vida centrada en el cuidado de un bebé (y ojalá en el autocuidado) se sume el temor de ofender a los demás.
Si todos los visitantes tuviéramos bajas expectativas y bailáramos según el son que nos toquen, podríamos entender que es posible no ser siempre bienvenidos; que se trata de un momento en que la disponibilidad que aquellos que crían para agradecer o sonreír, menos para atender, puede ser limitada y que cualquier comentario bien intencionado puede ser tomado como un intento de interferir e imponer ideas basadas en las propias experiencias. O como un juzgamiento.
Si todos los visitantes tuviéramos bajas expectativas y bailáramos según el son que nos toquen, podríamos entender que es posible no ser siempre bienvenidos; que se trata de un momento en que la disponibilidad que aquellos que crían para agradecer o sonreír, menos para atender, puede ser limitada y que cualquier comentario bien intencionado puede ser tomado como un intento de interferir e imponer ideas basadas en las propias experiencias. O como un juzgamiento.
No sabemos si la madre está sufriendo, si ya tenga suficiente con los comentarios de la gente con la que convive. Desconocemos si piensa que esta responsabilidad le está quedando grande y si considera que tendrá la capacidad de asumirla. Como no lo sabemos, tenemos la responsabilidad de no interferir, no juzgar, ni de ofendernos si nos imponen reglas o nos dicen que no vayamos. Y si nos invitan, qué mejor que una mano amiga con un trapo en la mano o un ¿qué puedo hacer por ti?
Además no todos quieren oír sobre lo lindo que es el bebé o lo que sirve para tal o cual cosa. A lo mejor ese silencio del que antes hablaba permita también escuchar lo que tiene que contar quien está pasando por una experiencia de tanto impacto en su vida.
Lo que se vea en una casa postparto puede parecer extraño. En todo caso, no es el momento para manifestar que las reglas, si las hay, son raras o innecesarias. A lo mejor todos se rían en el futuro, pero en este momento aquello del desinfectante, el tapabocas y hasta el cambiarse de ropa y quitarse los zapatos sea lo que es: legítimo.
Respetar esas reglas y dar la confianza de que están siendo acatadas, otorga menos carga de estrés a quienes están cumpliendo una importante tarea en un momento vulnerable. Al fin y al cabo están cuidando, están aprendiendo y tienen todo el derecho a proteger su nuevo espacio. Si no las hay, pues bueno, nuestro amigo el sentido común será un buen aliado.
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