Cuando viene un bebé en camino después de una pérdida


No es posible saber cómo se experimenta la vivencia de un nuevo embarazo luego de una pérdida anterior. Hay alegrías, esperanza y nuevas oportunidades. También ambivalencia, como el no saber si mejor hacer como si nada estuviera pasando, para no sufrir tanto si realmente pasara algo. O tratar de darse cuenta que se vive un nuevo proceso, así cueste. 


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Hay eventos que se pintan en la imaginación desbordante y están llenos de vueltas y vueltas mentales por lo que otra vez pudiera suceder. Y como son mentales, pueden superar la realidad. Similar a lo que sucede cuando estás buscando un bebé y crees que entre más pienses en ello, menos vas a quedar. Y te obligas a "soltar", sin siquiera creer o comprobar que es cierto que soltando todo se va a dar. Y no puedes o no quieres soltar.

Quizá tampoco puedas soltar cuando estés a la espera de un "bebé Arcoíris", aquel nombre que se les da a los bebés que vienen después de una pérdida. Así como es también válido que no puedas soltar la necesidad de estar pendiente de los calzones todo el tiempo, por si hay alguna mancha que anuncie lo peor; no logres evitar llegar con ansiedad a los controles, por si se repite aquella noticia que te entristeció la vida. Es legítimo que pidas escuchar los latidos para comprobar que si, que existe; para luego decir que si, que ya sabes que existe, pero que quieres saber si está bien. También estar verificando todo el tiempo si se mueve o no se mueve cuando aparecen esas primeras pataditas, estar pendiente de que pase rápido aquella fecha que justo coincidía con el momento en que se fue o que corra el tiempo para tener la tranquilidad de que sobrevivió... Querer por el contrario que no pasen los días porque está más seguro adentro que afuera.

A lo mejor te sientes feliz y vives y expresas esa felicidad, como un premio de te la vida que tantas lágrimas ya te trajo. Como algo que mereces y disfrutas con ilusión, pensando que el pasado ya no está y que hay un nuevo comienzo. Probablemente durante el nuevo embarazo intentes conectarte, a tu tiempo y ritmo, imaginando, hablándole, cantándole, comprarle
 alguna prenda de bebé y ponerte a fantasear...Tal vez te funciona hablar y compartir tus miedos con quienes viven procesos similares, sobre lo que será y cómo será. O con alguien profesional que te ayude a abrir caminos. 

Quizá sientas serenidad cuando llegues al mismo lugar donde viste todo oscuro la última vez, y no te asuste encontrarte con individuos a quienes les parece normal perder bebés o cuando te vean de nuevo y recuerden que eras tu la persona que lloraba de forma desconsolada o permanecía muda sin decir nada. Acaso sientas tranquilidad al llegar a un lugar en el que entiendan que deben cuidarte y darte confianza porque pasaste por algo que no quieres repetir. Y puedas así bajar la carga de ansiedad y preocupación, si las tienes.

Posiblemente ni hayas caído en cuenta del nuevo estado y no comiences a ilusionarte; tal vez negaste el duelo y apenas aflora. Quizá aparezcan determinaciones categóricas como no querer vincularte de mente y corazón hasta no tener la certeza de la vida. Puede ocurrir también que abras paso a las culpas, por no haber sabido o no haber sido capaz de contener o cuidar al pequeño que ya no está. Culpas acompañadas por pensamientos de si es cierto que tanta felicidad pudiera darse cuando hubo un momento triste que siempre hay que poner de presente. Para no olvidar, por si crees que estás experimentando todo lo que no pasó, aunque en el fondo sepas que es diferente. De pronto remordimientos por no saber cómo darle lo que merece a este nuevo bebé, así como miedos e incertidumbre por el bebé que venga después. O los que vengan, que además no serán ningún reemplazo del que se fue. Culpas por no sentirse feliz, como si con una nueva vida no hubiera derecho a entristecerse o no obstante sentir alegría; como si no existiera a la vez una especie de vacío, parecido a lo que sucede cuando se tiene a un bebé sano, de carne y hueso, pero que ya no está en el vientre, y se extraña.

Y es que no hay porqué obligarse a sentirse feliz porque los sentimientos no se imponen, se viven. Y la pérdida se puede llorar sin tener que rayar con la inmensa felicidad que ocasiona otros momentos.

Hay una historia detrás y nadie más sabe cómo viviste la pérdida de un embarazo anterior o la pérdida de un hijo. O las pérdidas. De ahí la legitimidad de vivir la experiencia o revivirla, así como de pensar que como no sabes qué depara el futuro, te vayas volando hacia allá, lejos del presente.

Tal vez quieras decirle a gritos a otras personas que viven la gestación, que probablemente no saben lo que les espera, que bien ingenuas son si creen que todo lo que empieza con un bebé en la barriga termina con un bebé fuera de ella.

A lo mejor pienses que nadie reemplaza a nadie y no entiendas porqué todos ven que ha llegado alguien a ocupar el mismo lugar, cuando tu no terminas de arrancar el vacío que te dejó alguien que no tiene sustitución.

Pero sale el sol. Se puede trabajar en lograr tranquilidad, abrazar la sensación de lo que es sentir escucha y comprensión y también poder manejar las sombras que aparecen cuando aquel se oculta. Puede aparecer el firme propósito de lograr dar paso a la expresión, buscar apoyo, hablar de lo que no ha sido hablado. También sentir un real acompañamiento del personal de salud que acompaña esta nueva experiencia, en particular cuando son tantas las preguntas que surgen con respuestas que no dan espera. Se puede recibir apoyo de los amigos, de la familia y hasta de aquel vecino que vino a traerte una flor cuando vio que tu casa estaba vacía, sin aquel bebé que todo el vecindario esperaba. Se puede celebrar la vida.

El poder de la resiliencia es grande y aún cuando no todo en la vida se recupera, la esperanza sí. Y siempre sale el sol.

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