Los días que siguen al parto

Luego de dar a luz se experimenta una multitud de cambios físicos y emocionales. No solamente comienza una nueva vida para la persona que se encargó de la labor de traer al mundo a un bebé; también para el pequeño, junto con un proceso de recuperación. Si estás por atravesar esta etapa, vivirás el llamado posparto o puerperio, un período en el que experimentarás cambios físicos progresivos que te irán llevando poco a poco a un estado parecido a como estabas antes del embarazo. También cambios emocionales. Se trata de un tiempo muy personal, que se vive de formas distintas, propias y únicas; por lo que si quieres acompañarme, te llevo a dar un paseo para darte un poco luz sobre los procesos del posparto.


Alt="Lo que se siente en el posparto"

Comencemos por las hormonas, que tienen un papel protagónico en los procesos sexuales y reproductivos a lo largo de nuestra vida y se relacionan con el crecimiento, el sueño, los ritmos del día y de la noche. También son las causantes de la menstruación, el sostenimiento del embarazo, el parto, la lactancia y la menopausia, entre otras. Tal vez hayas escuchado sobre la progesterona, la hormona que protege el embarazo, la oxitocina, llamada la hormona del amor, que ayuda con las contracciones, con la salida de la leche y con el vínculo; las endorfinas aquellas que provocan una analgesia natural y sensaciones de bienestar; la prolactina, que ayuda a producir la leche; los estrógenos, que ayudan a que crezca la matriz para albergar al bebé, contribuye con el flujo de sangre a la placenta y ayuda los pechos para la lactancia aumentando su volumen durante el embarazo; entre otras hormonas. 

Después del parto algunas hormonas como la progesterona y los estrógenos salen a escena con toda la fuerza de su actuación y la caída brusca de sus niveles, que permanecían altos para cuidar el embarazo, contribuyen a los cambios de humor o a sentirse “emocionales”, con una mezcla de sentimientos variables como pasar de la euforia a la tristeza en cuestión de minutos. Todos esos cambios también están influidos por otros factores como el cansancio, el dolor, la gran novedad y el sentido de la responsabilidad; y la lactancia.

Para que la tormenta hormonal sea más llevadera, 
la lactancia, el contacto piel a piel con tu bebé y el tenerlos mucho en brazos o con portabebés de tela, sirven como un excelente recurso para estabilizar. 

Veamos un poco lo que pasa con el cuerpo. Si comparamos el útero donde ha crecido el bebé durante la gestación con los tamaños de las frutas para ilustrarlo de forma didáctica (sabiendo que las frutas varían en tamaño, así como varían los cuerpos humanos), luego del parto, el útero, que empezó el proceso con el volumen de una naranja, terminará con el de una sandía. Pero no se queda así para siempre, momentos después de que nace el bebé y luego de la salida de la placenta, aquél órgano que ha permitido el intercambio de oxígeno y nutrientes para que el bebé pudiera crecer hasta estar listo para nacer, empieza a contraerse poco a poco hasta lograr en algunos días llegar a su tamaño original.

Para hacer todo este trabajo, el cuerpo va reaccionando a algunas de las hormonas de que te hablaba, que se están liberando en la hipófisis, en tu cerebro. Precisamente tanto el contacto piel a piel con el bebé como la primera succión seguidos al parto idealmente, si es propicio, y aprovechando la usual alerta por parte del bebé, será el mejor momento para que esas hormonas se pongan a trabajar y se de un buen comienzo en la lactancia, además de la 
ayuda al útero para que pueda empezar a contraerse, disminuyéndose la posibilidad de hemorragias uterinasEn todo caso, si por algún motivo no lo logras en ese momento no quiere decir que no puedas hacerlo después. 

No necesitas sentarte, puedes dar el pecho en la posición en que estés, normalmente acostada con el pequeño descansando en la curvatura de tu brazo, quien al sentir tu cercanía seguramente activará su reflejo de búsqueda y se afianzará al pecho naturalmente, abarcando con su boquita la areola, no solamente el pezón, dando inicio a un encuentro que irá más allá de la alimentación y que comienza con la salida del calostro, un líquido espeso y amarillento que viene en pocas cantidades pero suficientes si das el pecho con frecuencia y muy importante, porque contiene defensas que protegen al bebé de muchas enfermedades.

Algunos centros de salud ofrecen biberones con sustitutos de la leche humana que pueden no ser necesarios si deseas es tu decisión amamantar y quieres una lactancia exclusiva. Puedes rechazarlos si no hay una indicación médica que los considere necesarios.

Si has pasado por una cesárea, probablemente te animarán a levantarte y a orinar. Los medicamentos para el dolor recetados en ese momento son compatibles con la lactancia y pueden ayudar mucho a sentir alivio, pero si no los quieres aceptar, tu proveedor de salud podrá indicarte sustitutos. También te indicarán cómo cuidarte la herida, cuando quitar los puntos, lo que podrás sentir, como tirantez o rasquiña y síntomas sospechosos como dolor abdominal intenso, aumento de tu temperatura, rojez e hinchazón, entre otros. 

Volvamos a la involución del útero que va acompañada por un sangrado que dura unos cuarenta días o menos y que irá disminuyendo consistencia e intensidad. Esta involución opera no tan silenciosamente, porque esas pequeñas contracciones o entuertos que ayudan a que vuelva todo al tamaño normal llegan a veces a incomodar un poco. En particular cuando ya ha habido otros partos y justo en esos momentos de estímulo al pecho con la succión. Ese estímulo es como un aviso que manda una señal para que las hormonas se pongan a hacer lo suyo. Justo en esos momentos puede salir más sangre o loquios y el útero sigue su curso normal de volverse más pequeño. Si no das el pecho no quiere decir que no sangres o que el útero no vuelva a su tamaño al embarazo.

Aquel sagrado que también incluye moco cervical y tejido placentario y se ve rojo al principio. A veces viene con coágulos y se va aclarando con el pasar de los días. Observar esas salidas te permitirá notar algo raro como por ejemplo cuando sigue muy espesa, no cesa, hay malestar, fiebre, mal olor o coágulos muy grandes e incesantes de manera que se pueda acudir de inmediato a un profesional de la salud.

Algunas personas usan aditamentos cómodos y descartables como pañales de adulto, muy cómodos para los primeros días, seguidos de toallas sanitarias especiales para el posparto porque son largas y gruesas y con gran capacidad de absorción, que además cubren de una punta a la otra. Para más adelante hay toallas higiénicas como las rotuladas como nocturnas que dan paso a las simples a medida que el sangrado va disminuyendo. Todos esos aditamentos son desechables o reutilizables y hay varios tipos de compresas; lo importante es cambiarlas seguido para que no proliferen bacterias y no usar directamente algodón de celulosa o papel higiénico para que no se peguen a la piel.

También es importante mantener el área limpia y en lo posible, aunque difícil, seca. Para evitar infecciones, en particular si el sangrado viene acompañado de alguna herida por una episiotomía o corte transversal en el periné, que abre la piel para dar más cabida a la salida del bebé durante el parto y que se cose con puntos. Hoy en día este corte no se suele hacer por rutina sino cuando hay algún motivo médico y deja una herida que hay que cuidar y vigilar por si se ponen rojos o supuran, porque podrían infectarse. Dicho sea de paso, el periné hace parte del piso pélvico y juega un papel importante en el parto y es posible que durante unos días sientas dolor, no solamente si hubo una episiotomía. Es una zona que ha trabajado en el parto, que también puede haberse desgarrado pero que se puede recuperar sin levantar pesos distintos al del bebé y con cuidados y ejercicios en su momento.

Las sugerencias cuidados de la zona, así como los cuidados en general durante el posparto varían mucho entre médicos, comadronas, doulas y abuelas. A mi por ejemplo me dijeron que bastaba aplicar agua con infusión de tomillo desde un pequeño contenedor cuando fuera al baño, de adelante hacia atrás, y que secara la zona con papel con leves golpecitos o con aire frío de secador. A otras personas les recomiendan tan solo agua que caiga en la zona directamente de una vasija o a través de un contenedor tipo spray para limpiar. Tampones, copas o esponjas son desaconsejadas en estos momentos por las posibles infecciones, así como los baños de asiento para evitar que el agua ya contaminada sea vuelta a utilizar.

Volvamos a los pechos. Entre el tercer y séptimo día después del parto, puedes sentir tus pechos calientes, pesados, llenos y duros. La sangre y linfa que intervienen en la producción de tu leche son abundantes en este período y el calostro dará paulatinamente paso a la leche en esos momentos. Descansar (ya sé... no se puede descansar mucho. Bueno, obligarse a descansar), beber en la medida de tu sed, alimentarte y amamantar a libre demanda contribuyen a la disminución de la congestión mamaria y a pasar unos días en que a lo mejor tengas síntomas físicos extraños o de malestar general.

Si tu tejido mamario está tan duro que dificultan el agarre del bebé, un poco de frío y calor según tu comodidad, tal vez un poco de masaje suave con algo de presión a la inversa desde la base del pezón para luego extraerte un poco de leche si lo ves necesario, a lo mejor sirva para ablandarlos.
La lactancia exitosa puede depender de factores como ofrecer el pecho al bebé cada vez que lo pida, durante el tiempo que lo pida, verificando una buena colocación y agarre al pecho. Así como verificar la transferencia de leche cuando succione para alimentarse, porque ellos mismos la controlan el goteo y a veces tan solo quieren satisfacer su necesidad inmensa de succión pero no nutritiva. La lactancia no tiene porqué doler. Si sientes grietas, algún problema con el agarre o dolor, recuerda lo que te contaba en otra parte de los grupos de apoyo. Y si ya ves que se te sale de las manos, hay expertos consultores certificados en lactancia que te pueden ayudar mucho.

Hablando de acuosidades 
durante el posparto, además de aquél oro líquido que sale por los pechos, notarás también  que te salen por todos lados. Sí, tal cual. Incluso por los ojos, porque los ojos lloran. También por todos los canales, el canal de parto, el de orina... y por el cuerpo sudando a mares, particularmente durante la noche. Todo tu ser sigue trabajando y mucho, para sacar los que sobra de los fluidos que acumuló durante el embarazo. Y las hormonas también trabajan pudiendo provocar una sudoración intensa que irá pasando a medida que los niveles de estrógeno vayan bajando. 

Los protagonistas de esas emisiones lanzadas al espacio, en todo caso serán los pechos. Con escapes al mejor estilo de una manguera a presión y con goteos de leche. Son absolutamente normales al principio y suceden porque el cuerpo se va ajustando y se va volviendo habilidoso para regular la producción (si se le deja trabajar con libertad). Seguro el arte de amamantar llegará a tal punto de perfección que tan solo saldrá la leche necesaria cuando el bebé esté en el pecho o cuando la quieras sacar. Y cuando llegue ese momento, no creas que se debe a que ya no tienes leche. Tu cuerpo ha logrado producir, ni más ni menos, lo que necesita el bebé para crecer sano.

Si sientes molestia por todos esos líquidos saliendo de tu cuerpo, hay pijamas especializados para utilizar luego del parto y durante el período de lactancia que son muy cómodos porque no tienen fibras sintéticas. También son absorbentes. Aunque basta un camisón cómodo de algodón con abertura adelante. También hay sujetadores especiales que no aprietan en los que puedes poner pequeñas compresas para atrapar la leche y cambiarlas seguido. Tal vez también una toalla pequeña entre los pechos, que es una zona que suda bastante durante el puerperio. He visto que funciona incluso hasta una toalla grande encima de la sobresábana para hacer cómodas las noches de sudor.

Y hablando de líquido, a medida que vas perdiéndolos naturalmente y produciéndolos también por la lactancia, seguramente tendrás sed. Beber te ayudará a 
prevenir el estreñimiento y sentir energía. Posiblemente te digan que debes tomar litros y litros de agua o quién sabe qué más bebedizos. Sin embargo yo te digo que bebas en la medida de tu sed. Aun así, como en esos momentos no sueles darte cuenta de si tienes sed, o qué quiero decir con la medida de tu sed, tal vez poner alguna alarma recordándote beber un poco o pedirle a alguien que te ayude no está de más. 
De cualquier forma, privarte de líquidos no hará que se alivie una eventual congestión mamaria y beberlos con exageración tampoco hará que produzcas más leche.

Puedo decirte que te moverás mucho a partir de este momento. Y esto no para. Si quieres también te cuento un poco del del ejercicio que te espera cuando tu bebé comience a caminar...
Sería extraño que te pares inmediatamente transcurre el parto. Como habrán pasado algunas horas, es ideal pedir ayuda para no marearte o caerte. Y sentarte lentamente. A lo mejor te dan ganas de ir al baño y alguien te puede ayudar para no tambalear. Después, poco a poco el movimiento volverá con la recuperación y con la actividad de cuidar (y de cuidarte). Caminar un poco ayuda a evitar el estreñimiento, a la formación de coágulos de sangre e incluso prevenir complicaciones en la respiración. Junto con las pequeñas caminatas, los ejercicios leves para cuidar tu piso pélvico serán un buen punto de partida y ya luego podrás iniciar tus ejercicios postparto si así lo deseas.

Es normal sentir constipación luego de dar a luz; puede ser por los medicamentos, las hormonas, e incluso por el susto de hacer popó luego del nacimiento por llegar a desgarrarte o aflojar los eventuales puntos. A veces te dan laxantes o comidas que no astringentes como fibra, frutas y verduras. Como te contaba, el agua y el ejercicio ayudan con el temido estreñimiento, así como con las hemorroides que pudiste llegar a experimentar durante el embarazo. Si te duele la zona perineal, no ir de cuerpo no solo puede agravar un problema de hemorroides y no contribuir a sanar las heridas de una eventual episiotomía, sino que por el contrario, te hará más difícil la labor de ir al baño.

La manera en que cuides tu puerperio depende mucho de ti. Desde salir a pasear al día siguiente como cuidarse "la cuarentena" con caldo en boca y gorro en cabeza, son decisiones muy personales. Al final de los cuarenta días tu proveedor de salud te hará un examen físico completo en el que además verá si tu útero ha recuperado su tamaño original. Si continúas sangrando el doctor podrá ver si el sangrado viene del útero, de un desgarro de una herida en el periné sin curar.

A grosso modo estos son los temas físicos. Tus sentimientos son también muy importantes. Vienen proyectados de distintas maneras, a veces contradictorias. También en intensidades. Alegría, felicidad, tristeza y hasta vacío y rechazo podrás experimentar. ¡Y al tiempo! Los cambios hormonales de que te hablaba, son actores presentes en los cambios de humor de esta época. Se les llama "baby blues" o melancolía posparto y por lo general pasan, pero si especialmente sientes que perduran o aparecen de un momento a otro síntomas como cansancio extremo, sentimientos de tristeza y angustia severos, no te importa nada en la vida y no deseas cuidar de ti ni de tu pequeño, busca ayuda; tal vez estés experimentando una depresión postparto que se puede tratar si se diagnostica.
El cansancio es una realidad. Un recién nacido necesita de cuidados constantes y tal vez sientas esta labor muy abrumadora. Las semanas posteriores al parto implican para el bebé una adaptación muy grande respecto de la vida fuera del útero y mientras tanto tu vas recuperándote y reorganizando tu vida en torno a esta pequeña criatura. Es como si hubieras pasado por una maratón y no has ido por tu medalla cuando inmediatamente ves que cada tantos minutos, estés descansando o durmiendo alguien necesita de ti. Como se trata de un estilo de vida que no llevabas antes (así corras maratones), seguro te irás acostumbrando. Tal vez te funcione buscar momentos para relajarte, para que tu agotamiento no sea excesivo. Desde intentar pensar solamente en tu bienestar y el del pequeño y dormir cuando el bebé esté durmiendo, hasta usar ropa cómoda, alimentar al bebé cuidando tu espalda ya sea sentándote sin encorvarte hacia adelante sobre tu bebé o acostándote, para disminuir la tensión muscular y los dolores de espalda. También hidratándote y alimentándote bien con algún refrigerio que te guste mucho. Si te ofrecen ayuda, viene bien aceptarla con algunos quehaceres de la casa o preparando comidas si no tienes servicio o para que entretengan a tus hijos pequeños, si los tienes.

Todo lo que te cuento seguramente irá acompañado con sentimientos de amor hacia un bebé en casa, contigo. Abraza esos momentos con tu bebé recién nacido y confía en tu instinto y en tu sabiduría interior. Pide apoyo e información si lo necesitas.

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