Protección para profesionales de la salud: violencia obstétrica



Si eres profesional de la salud y trabajas en obstetricia, puede que seas de los que están  pensando en dejar la práctica profesional por recelo con los planes de parto que tus pacientes te presentan o por el temor de recibir denuncias o ataques a tu buen nombre por temas de violencia obstétrica. Entendiendo el alcance del concepto puedes protegerte y ejercer con tranquilidad y aún más: convertirte en agente de cambio. 



La sola frase "violencia obstétrica" se vuelve un tema tabú, que genera además rechazo e incertidumbre en el gremio médico. No en vano, por ciertas actuaciones que vienen de años y que hoy son vistas como violencias sin que haya siquiera noción del tema. Por lo mismo es importante aclarar el alcance de esta frase cada vez más escuchada y con camino a la regulación en diversos países. Se logra entendiendo su extensión hacia ejercicios, protocolos, conductas por acción u omisión que podrías estar llevando a cabo 
directa o indirectamente, es decir, sin darte cuenta, que causan daños colaterales al cuerpo y la mente de quienes atraviesan por procesos reproductivos, en particular a las mujeres. 
Educarte te permite reconocer los signos de eventual violencia. 

Se utiliza violencia obstétrica para encuadrar estas conductas, ya que ocurre durante la gestación, parto, nacimiento y posparto y porque se atribuye al personal de la salud. Ejerces violencia a través de un trato poco empático o que raya con lo inhumano. Este trato se manifiesta por ejemplo, a través de procedimientos y medicalización excesiva o no consentida; gestos, lenguaje paternalista o infantilizador, y la consideración de una patología en un contexto de procesos que son propios de la naturaleza, lejanos a una connotación de enfermedad.

Se trata de una forma de violencia que también se relaciona con la discriminación, derechos no reconocidos y brotes hacia la violencia de género, con ampliación de la responsabilidad por la complicidad de las instituciones públicas y privadas. 

Hay herramientas para evitar incurrir en estos tipos de violencia y evitar que los y las profesionales de la salud se hagan partícipes de un proceder inadecuado. Lo primero es saber que no todas las personas la experimentan de la misma manera o entienden el alcance, no solo profesionales. También conocer los derechos. Por ejemplo al rar reportes e informes sobre intervenciones médicas eventuales que se pueden presentar. Esto genera tranquilidad y la posibilidad de que los sujetos de atención, las personas que atraviesan por etapas reproductivas, las gestantes y su familia, de enterarse y preguntar.

Cuando hay prácticas rutinarias que parecen normales desde el ángulo sanitario, cuidar la intimidad previene violencia. Al igual que las palabras respetuosas, el lenguaje inclusivo, la comunicación clara verbal y no verbal, así como el respeto a los parámetros culturales, religiosos, de formación, edad y estatus económico. Es decir, hablar de manera que se entienda, de experto a paciente. Esto genera confianza y seguridad. 

La habilidad de comunicación radica en darse a entender, para que haya la seguridad del abordaje de lo pertinente a la atención. El impacto de las relaciones facilita captar si la información fue recibida con claridad. Particularmente, sobre la claridad y el entendimiento, la información no siempre se brinda de igual manera. Puede ser verbal, impresa, enviada con herramientas electrónicas, darse en un idioma que no se comprenda, darse a personas que no saben leer o escribir. 



Tomar el parto como un proceso fisiológico de una persona sana en la mayoría de los casos, evita la excesiva medicalización e instrumentación. 
Un proceso sin demasiada intrusión, medicalización, instrumentación, separación injustificada entre la madre y el bebé. 

Renunciar al protagonismo permite que quienes lo tengan lo sientan a plenitud y en el caso del parto, son la madre y su bebé

Informar otorga confianza y tranquilidad. Esto es, comunicar la evolución del parto, en tiempo y con suficiente claridad. También hablar sobre el estado de salud y el del bebé. 

Hacer partícipe a quien se atiende, de las diferentes actuaciones y situaciones, reconoce su implicación e implementación de medidas que no interfieran con la dignidad y la autonomía cuando no se trata de un caso de vida y muerte y se puede decidir con base en la autonomía de su voluntad. 

El término "plan de parto" también puede causar resquemor. Es una forma de consentimiento informado que busca bienestar y comunicación, más que imposición. No es más que una forma de comunicación y expresión de inquietudes y necesidades. Es el reconocimiento del saber científico y la escucha de una "conversación" que plantea al profesional de la salud las formas de apoyo o los sentimientos alrededor de los procesos reproductivos. 
Por ejemplo, la manifestación de la posibilidad de ayuda en el trabajo de parto, la petición de evitar gritos o música ruidosa, el facilitar libre movimiento o posturas. También el avisar y pedir el consentimiento informado en caso de prácticas como episiotomías o inducciones, en caso de que sea necesario. 

Todo se traduce en ser "buena gente", ¿por qué impedir la permanencia de los acompañantes si las condiciones de salud lo permiten? ¿por qué no facilitar el contacto piel a piel entre el recién nacido y su madre o el cuidador principal, si están más que demostrados sus beneficios? 
Desde luego hay circunstancias que rayan con tratos crueles e inhumanos, muy lejanos a lo que constituye idealmente la formación y ejercicio de profesionales que facilitan traer vida al mundo. Pero si lo vemos como un asunto más sencillo que los complejos protocolos y actitudes que tanto alejan y causan estragos, no solo en los pacientes, también en los profesionales de la salud, se generan relaciones sanas y respetuosas desde lo básico. Desde el respeto y la comprensión.

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