¿Cuando dormirá mi bebé toda la noche? ¿debo dejar llorar a mi bebé?
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¿Existirá para un pequeño un lugar mejor en el mundo que los brazos y el pecho de alguien que le da calorcito? No. ¿Cuándo duermen los niños toda la noche? cuando están listos. ¿Y quién quiere que su hijo llore? espero que nadie.
Cuando llega un bebé a casa surgen preguntas como si es necesario alimentarlo durante toda la noche, si es conveniente que se duerma en el pecho o en los brazos y si es normal que se despierte varias veces. Surgen dudas de si estará bien que llore si no va nadie a atenderlo, qué sucede si solo se calma cuando siente la presencia del bienaventurado salvador y si llegará pronto el momento en que pueda dormir solo y de un tirón.
Yo tuve esas dudas también. Quiero contarte cuáles fueron mis respuestas y lo que aprendí:
Cuando nació mi primera hija puse una hermosa y pequeña cuna de madera junto a mi cama. Yo sentía que era bueno para ambas permanecer juntitas sin separarnos pero el pediatra me sugirió darle uso a esa cunita. Cada vez que ella pedía el pecho, yo la levantaba de su cuna, la amamantaba y la dejaba nuevamente allí. Duró muy poco; ambas necesitábamos más cercanía.
Pasaron los días y el pediatra me dijo que era muy malo dormir con los bebés (ahora no entiendo porqué preguntamos tanto a los pediatras) y que ya era hora que durmiera sola y además de un tirón. Me mostró un libro con un método que me pareció diabólico para enseñarle a dormir, si ella no lo hacía por sí sola. Esa noche llevé a mi hija a su nueva habitación cuyas paredes estaban decoradas con muñequitas tomadas de la mano, como recordando sobre la necesidad de contacto. Dejé las puertas abiertas de ambos cuartos y la acosté ¡pensando que ella dormiría sola toda la noche!
Y no, mi bebita me llamaba a cada rato. Pero en vez de dejarla llorar para que aprendiera a dormirse como sugería el recomendadísimo libro, yo salía corriendo en la oscuridad con mi super oído biónico y mi poderosa visión de águila (una vez casi me rompo una costilla), a atenderla cada vez que me llamaba. No dejaba ni que soltara una sola lágrima.
Durante unos días me metí a la madrugada en su compleja cama convertida en cuna diseñada por mi con toda la supuesta seguridad del caso (diseño para chicos, no para gente grandes con riesgo de entumecimiento), flexionando mis rodillas para caber. La amamanté, la acompañé hasta que volvió a dormirse y regresé a mi cuarto como una zombi y en cámara lenta gateando por el piso (yo, no ella), para que por las dudas no detectara ni el menor movimiento (y para no romper mis costillas). Yo pensaba que como ya estaba en sus aposentos de bella durmiente, seguiría durmiendo plácidamente.
¡Y vaya que lo detectaba! Ni bien sentía mi ausencia empezaba todo otra vez, ¡toda la noche! A veces yo lograba llegar a la entrada de mi cuarto, a veces hasta mi cama, a veces me acostaba y a veces me dormía. Ella se despertaba al rato… y yo iba. Al día siguiente yo no era yo, estaba cansada y con ojeras. Esto tampoco duró.
Luego decidí meterme a la cama - cuna con ella. Sí, ¡con mis rodillas flexionadas! Nunca supe porqué no la volví cama y la dejé cuna con barandas de seguridad si finalmente no iba a dejarla sola. Solo sé que estábamos pegaditas la una a la otra. ¿Y qué paso? ¿se despertaba ella? No sé, creo que sí. Y muchas veces, pero no me daba cuenta porque su alimentación nocturna era una especie de “autoservicio”. O tal vez solo se despertaba para comprobar que yo estaba ahí para ella. ¿Me despertaba yo? Tal vez sí, ligeramente, porque no me da la memoria para saber cuántas veces tomó el pecho aquellas noches. O no las contaba. Tan solo recuerdo que se alimentaba, y que yo seguía con mis piernas dobladas, entumecidas, pero durmiendo.
Con la llegada de mi segundo hijo también puse la linda cuna de madera al lado de mi cama, pero esta vez fue de adorno porque se quedó vacía. Aunque a veces servía de contenedor. Tampoco usé aquella incómoda cama - cuna que no me permitía estirar mis piernas. Esta vez sí la convertí en cama y le puse ese aditamento que venden para que no se caigan. Por el sueño tan ligero (no sólo de mis niños, ¡de mi marido!); y con la suerte de contar con suficiente espacio, me instalé con mi pequeño en otra habitación cuyas paredes estaban decoradas con hermosos ositos de madera.
Mi pequeña hija, ya de tres años, decía que quería quedarse dormida en su cama pero no sabíamos después con quién decidía irse a pasar la noche. Y yo estaba a mis anchas durmiendo cómodamente al lado de mi nuevo bebé, quien también utilizaba el sistema de “autoservicio”. ¡Y amanecía tan radiante! (bueno, radiante dentro de lo que se puede decir de una mamá con un recién nacido...). Y no solo por haber dormido algo, ¡cuántas horas de abrazos con mis pequeños!
Luego vino mi tercer hijito (ni se diga que por dormir un tiempo de la vida en otro lado no hay momentos para compartir con la pareja ¿no?).
¿Y qué pasó con la cuna de madera? ¡Ahí estaba! pero sin armar; olvidada y empacada en un rincón.
Somos muchos los que disfrutamos tener a nuestros bebés en brazos, pero algunos profesionales, nuestra familia, amigos, internet, libros y demás; pueden darnos información que haga que nos cuestionemos si al cargarlos o al ayudarlos a dormir con el pecho enchufado o bajo el abrigo de nuestros brazos de modo seguro, los estamos acostumbrando a mal o mal criando.
¿Cuándo fue que el cariño, los besos, los abrazos, las caricias y la atención se asocian con malcriar?, ¿será una mala costumbre permitirse acariciar, cargar, sostener, arrullar, mecer, abrazar y besar, así como es una mala costumbre tratar mal, pegar, insultar y agredir?, ¿qué es una mala costumbre?, ¿será que los pequeños quedan tan acostumbrados a los brazos que se les vuelve un hábito y necesitarán luego que los llevemos cargados al colegio?
¿Qué aprendí? aprendí que los bebés se despiertan varias veces. Que su naturaleza es así y que están preparados para dormir bastante, pero no por intervalos seguidos de sueño porque tienen ciclos de sueño muy cortos. Que se despiertan para alimentarse durante la noche. Es más, gran parte de su alimentación es nocturna. Se despiertan para sentir proximidad, para aprovechar para tomar un poquito de leche y seguir durmiendo. Se despiertan cuando están pasando por ciclos como el brote de los dientes, el gateo, el aprender a sentarse, a caminar, etcétera. Se despiertan porque pueden estar pasando por una fase, cerca de los ocho o nueve meses en que descubren que ellos y sus cuidadores principales no son una sola persona y eso les causa angustia de separación. Porque no tienen la capacidad de discernir si alguien volverá al no verlo y creen que si se va, no existe. Y se despiertan para...¡no lo sé! simplemente se despiertan.
Descubrí que no hay tampoco un patrón regular de sueño en el mismo niño. Un bebé grande puede llegar a despertarse incluso más o menos veces que cuando era un bebé pequeño. Y en el momento en que ya no son bebés y pueden comprender que estamos cerca, también nos llaman durante la noche solo para comprobar que nuestros besos están a su alcance.
Hoy sé que los ritmos de sueño de los bebés son diferentes a los de los adultos y que nos necesitan cerca. ¿No te ha pasado que al quedarse dormido el bebé en tus brazos, justo cuando intentas dejarlo se despierta inmediatamente y se pone a llorar? ¿Y no te ha pasado que puede estar durmiendo en brazos en la mitad de una reunión con gente, ruido y luz y cuando lo llevas a un lugar silencioso, oscuro y tranquilo, pero sin ti, se despierta y llora?
Posiblemente descubras que el bebé tarda un poco para llegar a una fase de sueño más profunda en que no se despierta tan fácilmente. Y, bueno, también necesitan de tus brazos o un buen portabebés de tela que te los deje libres.
Los bebés, y en general los niños, se despiertan, ¡y mucho!
Así, también aprendí que los bebés que están cerca por lo general comprueban la presencia de alguien cercano; la sienten, toman el pecho o se alimentan si lo necesitan, y regresan a un sueño profundo. Me di cuenta de esto porque durante la noche mi segundo hijo preguntaba "¿mamá?”, y yo le contestaba “mmm?, y eso era suficiente.
Aprendí que hoy en día existen métodos para que los bebés aprendan a dormir toda la noche (como si no supieran dormir) y que atacan unos supuestos “problemas de sueño”. No digo que no los haya pero los despertares nocturnos de los bebés no significa necesariamente que sea por alguna condición diferente a la de ser bebés. He visto que siguen recomendando dejar llorar a los niños para que entiendan de una buena vez que nadie va a ir a consolarlos y se duerman. Seguramente estos niños pueden llegar a dormir de largo porque saben que así sufran, no podrán esperar una respuesta de afecto, de cariño ni de compañía en los momentos en que lo necesitan de noche. Y se resignan.
Hay familias a quienes les funcionan ciertas rutinas y métodos de sueño. Algunos funcionan para las familias, no para los bebés. Cada cuidador hace los arreglos para dormir que le conviene. Sea que duerman con con el bebé metido en la cama de modo seguro, en la cuna al lado, o con el pequeño en otro lado. Son arreglos que buscan adaptarse a la dinámica del día y de la noche de quien los vive. Mi mensaje es que si intentas alguna rutina, lo hagas sin que el pequeño sufra, llore o sienta angustia.
Yo también aprendí que si estoy presente cuando mis hijos me piden cercanía; les enseño a ser cariñosos, seguros de sí mismos e independientes. Sí, ¡independientes! porque no tendrán carencias afectivas, por el contrario, tendrán la seguridad que les da estar cerca de mi corazón y de mis besos. Tendrán tanto, que podrán seguir solos su camino y ¡además compartirlo con los demás!
Ahora sé que unos pequeños duermen más que otros y de distinta forma. Mi hija por ejemplo se acuesta de manera vertical y termina de manera horizontal, mi segundo hijo parece una momia: es capaz de amanecer en la misma posición en que se durmió; y el tercero, ¡parece que a este pequeño la hermana le prestó durante mucho tiempo el radar que detectaba el menor ruido o movimiento!
Hoy sé cómo empieza la noche pero nunca sé cómo termina, o más bien, con quién termina porque incluso ahora, que mis hijos ya no son bebés, a veces necesitan del contacto, como yo también lo necesito.
Mi hija adoraba que la acompañara a su cama, le leyera un cuento y estuviera con ella mientras se quedaba dormida. Me hizo jurarle que lo haría hasta que se fuera de casa pero parece que lo tiene en “stand by” porque me ganaron los libros que ahora ella misma se lee. Los otros dos se pelean el turno a ver quién a cuál de ellos acuesto primero hasta quedar profundo. Algunas noches mi esposo y yo recibimos uno o dos visitantes nocturnos ¡y cómo lo disfrutamos!
¿Qué ha sido de mi esposo que tiene el sueño ligero? Pues duerme abrazándonos a todos aunque quede relegado a un rinconcito de la cama.
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Aquí encontrarás una magnífica entrevista del Diario de Burgos Digital a la autora española Rosa Jové, titulada "¡Dejar llorar a un niño es cruel y provoca secuelas!"
Así comienza: "Que si el niño no para de llorar, que si no come, que si se enrabieta y no hay manera de que entre en razón... Los niños no vienen con un manual de instrucciones. Por eso, tener el consejo de un psicólogo, ayuda.¿Cuándo los padres entran en su consulta, usted ya sabe por su nivel de ojeras si el niño duerme bien o mal?
(Risas) ¡Qué va! Igual las ojeras de cansancio no se les nota tanto en la cara como en el ánimo.
¿Qué es lo que más preocupa a los padres de hoy?
Va por tramos de edad, pero desde recién nacidos hasta los siete meses les preocupa sobre todo si come lo suficiente y el sueño" Continúa leyendo esta entrevista aquí.
Comentarios
Diana Marcela
Y me alegro encontrar esta página en donde se refleja todo lo que yo siento y paso con mi nena, gracias ahora sé que estoy en lo correcto.